21 Oct Propuesta para la identificación de la población indígena

Este artículo tiene como objetivo difundir de forma breve y con un lenguaje accesible, una propuesta para mejorar la identificación de la población indígena que se realiza a través de los censos y encuestas de México.
Premisa
Inicialmente, es importante explicar qué entendemos por identificación estadística indígena. Esta puede entenderse como una fotografía de la identidad étnica, en donde lo que figura en la instantánea sería la identidad indígena de la persona, y la cámara fotográfica serían las preguntas del cuestionario. De esta premisa parte nuestro trabajo. Es decir, que lo que se quiere medir con la identificación étnica es la identidad indígena.
Dependiendo de las preguntas, la fotografía que se obtiene es más o menos nítida. Por eso es importante el avance en el conocimiento científico: para mejorar estas preguntas que son y serán siempre perfectibles aunque por supuesto una fotografía nunca será igual a la realidad misma. Es en este sentido que consideramos haber logrado un avance el cual hacemos ahora público sometiéndolo a la consideración de los estimados lectores.
¿Qué puede mejorarse en la identificación censal indígena?
En México, a partir del censo de población nacional de 1895 se ha buscado identificar estadísticamente a la población indígena. Es uno de los propósitos más antiguos y persistentes en los censos del país y que nos visibiliza como una población diversa y heterogénea. El criterio censal de identificación indígena usado por más de 100 años ha sido el lingüístico, esto es, si la persona es hablante de alguna lengua indígena. El problema principal con este criterio, sin embargo, es que hay mucha gente indígena que no habla una lengua autóctona, por lo que el recuento no la contaría como indígena. Esa es una de las razones que seguramente impulsaron al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a introducir en el cuestionario ampliado de los censos del 2000 y 2010 y de la Encuesta Intercensal 2015 el criterio de autoadscripción. Otra ventaja muy importante de la autoadscripción es su congruencia con las definiciones de pueblos y comunidades indígenas emanadas del derecho indígena nacional y el internacional.
Este criterio, si bien goza de una amplia aceptación, ha mostrado tener una variabilidad inexplicable en los números, sólo en parte debida al fraseo empleado para formular la pregunta. La variabilidad aludida puede observarse en que el número de personas de 5 años y más que se autoadscribió como indígena pasó de 5.3 millones en el censo de 2000, a 15 millones en 2010 y a 23.4 millones en 2015, cuadruplicándose al cabo de 15 años. Un incremento tan acelerado que no es factible de explicarse por causas demográficas; además de que la palabra “cultura” en una pregunta de este tipo es muy permisible, lo que podría explicar, en parte, el incremento del año 2010 respecto al 2000. Esto último lo ha corroborado la bibliografía (Peyser y Chackiel, 1999; Gundermann et al., 2005) y los resultados de encuestas a nivel de la región de América Latina (Telles, 2014). Hay que reconocer, sin embargo, que las causas del incremento ocurrido entre el 2010 y el 2015 son aún un misterio, puesto que la pregunta fue prácticamente la misma. En este campo quedan todavía muchos aspectos que deben ser investigados a fondo. Por ejemplo, cuantificar el efecto que sobre esta variabilidad tiene el hecho de que sea una sola persona en la vivienda quien diga si los demás integrantes se “autoadscriben” como indígenas, en lugar de que cada uno responda a la pregunta.
En resumen, se puede mejorar el fraseo de la pregunta de autoadscripción indígena; estudiar los determinantes que explican el cambio en la autoadscripción indígena de un censo a otro, pero sobre todo, puede mejorarse la identificación indígena si se parte de la premisa de que lo que busca representar es la identidad étnica, que en efecto puede ser medida, como de hecho lo viene haciendo Jean S. Phinney en Estados Unidos a partir de 1990.
Propuesta
La propuesta en este texto1 consiste en la creación de un índice para identificar a los individuos según su identidad indígena e igualmente el diseño de las preguntas para su aplicación en censos y encuestas. Una de las ventajas de esta propuesta es dotar a la medición de la identificación indígena en nuestro país de un propósito claro e incontrovertible: identificar a los sujetos que tienen identidad indígena.
Para decirlo brevemente, la literatura especializada en el estudio de la identidad étnica individual, desde el enfoque antropológico y sociológico, privilegia entenderla como un proceso en el marco de la interacción del individuo con otras personas o entes —grupos sociales o el Estado— y no únicamente como un sentimiento personal, tal como lo considera la psicología. Barth (1976) nos hizo pensar que el individuo que siente que pertenece a un grupo étnico debe gozar de la aprobación y reconocimiento de su grupo para que lo avale como miembro. De otro modo, se trataría de un sentimiento que no puede expresarse sin el riesgo de convertirse en una mentira o una farsa a ojos de los demás. Yo puedo afirmar que soy un caballero Jedi, y sentir que lo soy, pero obviamente a ojos de los demás esta identidad sería constantemente desacreditada. ¿No es ese el drama de Don Quijote?
Esto nos lleva a concluir que la autoadscripción no es suficiente como criterio de identificación étnica. Es decir, la representación de la identidad étnica que realiza un individuo respecto de sí mismo en un momento dado necesita ir acompañada, forzosamente, de la heteroadscripción, es decir, del reconocimiento o la asignación que hace de la identidad de ego cualquier persona, grupo social o institución que no sea el sujeto identificado.
Este razonamiento sustenta el índice de identificación indígena propuesto, el cual se subdivide en dos dimensiones: i) la autoidentificación, que ya incluye la pregunta en varios censos y encuestas, y; ii) la heteroidenficación, misma que puede subdividirse en dos: ii.a) la identificación que hace el Estado a través de la lengua indígena hablada y el origen étnico, e ii.b) la identificación que hace el grupo del ego. En este último caso, dado que en un censo o una encuesta nacional no es posible consultar a la comunidad respecto de la identificación de cada uno de sus integrantes, es posible explorar una pregunta como pudiera ser la siguiente: “¿(Nombre) es reconocido como miembro de su comunidad o pueblo indígena?” De este modo se conocería, por lo menos desde la propia subjetividad del informante, el reconocimiento de la membresía que hace la comunidad o pueblo respecto de cada miembro del hogar. Con base en lo anterior, se propone el siguiente Índice de Identificación Indígena (IIIi):
IIIi = ai * hi
Donde:
Autoidentificación indígena (ai). Condición de pertenecer a un pueblo o comunidad indígena.
ai=
0 si la persona i declara no pertenecer a un pueblo o comunidad indígena
1 si la persona i declara pertenecer a un pueblo o comunidad indígena
Heteroidentificación indígena (hi). Membresía al pueblo o comunidad indígena (mpci) y/o Condición de hablar una lengua indígena (hlii) y/o tener un origen indígena (Oi).
mpci=
0 si la persona i declara no ser reconocida como miembro de la comunidad o pueblo indígena
1 si la persona i declara ser reconocida como miembro de la comunidad o pueblo indígena
hlii=
0 si la persona i declara no hablar una lengua indígena
1 si la persona i declara hablar una lengua indígena
Oi=2
0 si la persona i no tiene (o no tuvo) padre o madre hablante de lengua indígena
1 si la persona i tiene (o tuvo) padre o madre hablante de lengua indígena
hi= mpci+hlii+Oi
La regla de decisión es la siguiente: Si el IIIi es igual a 0, la persona i no tiene una identificación indígena, pero si es de 1 o más, sí tiene una identificación indígena. Para que IIIi sea igual o superior a 1, debe tener al menos un 1 en la auto y en la heteroadscripción. En otras palabras, para identificar a una persona que sí es indígena debe haber respondido “sí” a la pregunta de autoadscripción, y “sí” mínimamente a una de las tres preguntas de heteroidentificación. La persona que no habla una lengua indígena porque sus padres, siendo hablantes, no se la enseñaron, de todas formas tendría un “sí” en el origen indígena (Oi), y esto sería suficiente para ser heteroidentificada como indígena.
Para este índice se requieren mínimamente cinco preguntas en el cuestionario del censo o la encuesta, a saber:
1. ¿(Nombre) pertenece a un pueblo o a una comunidad indígena?
2. ¿(Nombre) es reconocido como un miembro de la comunidad o pueblo indígena al que pertenece?
3. ¿(Nombre) habla algún dialecto o lengua indígena?
4. ¿El padre de (nombre) habla (o habló) una lengua indígena o dialecto?
5. ¿La madre de (nombre) habla (o habló) una lengua indígena o dialecto?
La condición de hablante de lengua indígena y la autoadscripción (esta última reformulada en el fraseo), ya existen en el cuestionario ampliado de los censos de 2000 y 2010, por lo que únicamente habría que incluir tres nuevas preguntas: las de origen étnico (ya probadas en encuestas nacionales como la Encuesta Demográfica Retrospectiva de 2011 y 2017) y la de membresía en una comunidad o pueblo indígena.
En encuestas preparatorias para el censo de 2020 podrían pilotearse las preguntas del índice y de la Escala de Identidad Étnica Multigrupo (meim), revisada y adaptada por el equipo de investigación, que consta de nueve preguntas (ver anexo electrónico). El objetivo de la meim ya adaptada es probar la eficacia del IIIi y del fraseo propuesto al permitir observar qué preguntas obtienen el puntaje más alto de identidad indígena.
Notas
1. Artículo retomado del libro: Identidad cultural y sus componentes. Hacia la identificación de categorías empíricas con fines estadísticos, coordinado por Galicia Gordillo, María Angélica y Germán Vázquez Sandrin, editado por la unam, en imprenta.
2. El origen indígena puede extenderse también a los abuelos, pero en encuestas previas se ha visto que la no respuesta es considerablemente elevada.
Referencias
Barth, F. (1976), Los grupos étnicos y sus fronteras. La organización social de las diferencias culturales, México, Fondo de Cultura Económica.
Gundermann, H., J. I. Vergara y R. Foerster (2005), “Contar a los indígenas en Chile. Autoadscripción étnica en la experiencia censal de 1992 y 2002”, Estudios Atacameños, Vol. 30, pp. 91-115.
Peyser, A. y J. Chackiel (1999), “La identificación de poblaciones indígenas en los censos de América, Latina”, América Latina: aspectos conceptuales de los censos del 2000, Santiago de Chile, cepal (Serie Manuales).
Telles, E. (2014), Pigmentocracies. Ethnicity, race, and color in Latin America, Chapel Hill, The University of North Carolina Press.