Desnutrición infantil en regiones indígenas. Un ejercicio de diagnóstico y evaluación en la Sierra Norte de Puebla

 

 

Resumen

Este artículo analiza los beneficios asociados a la participación de niños y niñas indígenas de edad preescolar en un programa de asistencia alimentaria. Los resultados apuntan a la necesidad de atender a los menores a edades muy tempranas a fin de prolongar su tiempo de exposición al programa.

Introducción

La desnutrición infantil se expresa en condiciones tales como bajo peso respecto de la edad, acortamiento o cortedad de talla (baja talla respecto de la edad) y emaciación (delgadez extrema en relación con la talla) (Unicef, 2006). La desnutrición infantil representa un factor de riesgo importante para distintas enfermedades, en particular las infecciosas, con las que tiene una sinergia, e igualmente para resultados que no se limitan al ámbito de la salud (Martins et al., 2011). Entre las consecuencias negativas se puede mencionar el acortamiento a edades tempranas, relacionado con déficits educacionales y cognitivos en la infancia y en la adolescencia. Además, en todo el mundo la desnutrición es causa subyacente de una proporción sustantiva de muertes de niños y niñas (Lutter y Chaparro, 2008).

En México, existe una larga historia de políticas y programas para mejorar el nivel nutricional de grupos vulnerables (Coneval, 2009). El Programa “Prospera de Inclusión Social” (antes “Progresa” y luego “Oportunidades”) fue el que más se focalizó en la atención a sectores de la población ubicados en los niveles socioeconómicos bajos y muy bajos (Morales-Ruán et al., 2013). El objetivo de “Prospera” era hacer transferencias monetarias condicionadas para apoyar a familias en situación de pobreza extrema en localidades marginales de áreas rurales. Para evaluar a “Progresa” y a “Oportunidades” se creó la Encuesta de Evaluación Rural (Encel), que consta de ocho rondas en total, siendo la de 2007 la más reciente. No obstante, los programas de alimentación y salud emprendidos por organizaciones no gubernamentales carecen de datos que pudieran permitir un seguimiento de la condición nutricional de los menores atendidos a fin de evaluar la efectividad de sus intervenciones.

Programa de Apoyo Nutricional, A.C., Proan[1]

Desde mediados de los años noventa, la organización no gubernamental Proan trabaja en combatir la desnutrición infantil a través de programas de asistencia alimentaria de emergencia, otorgando mensualmente leche y apoyo alimentario a niños y niñas. Bajo el modelo de atención de Proan, las familias participantes reciben capacitación y apoyo financiero para instalar módulos de producción de traspatio (huertos y corrales para la cría de gallinas ponedoras y cerdos), y para la construcción y/o mejoramiento de sus viviendas.

Estas acciones se desarrollan mediante el trabajo con mujeres indígenas, madres de menores en edad preescolar, pertenecientes a 46 localidades de la Sierra Norte de Puebla en el municipio de Cuetzalan del Progreso, México. Dicho municipio lo conforman 69.7% de personas mayores de tres años, hablantes de lengua indígena, y 74.2% y 21.7% de población en condición de pobreza y de pobreza extrema,  respectivamente  —Datos Abiertos del Estado de Puebla, 2015—[2].

Este trabajo busca, por un lado, comparar la situación nutricional de niños y niñas de la población asistida por el Proan con los niveles nacionales y, por el otro, dimensionar el efecto que sobre el estado nutricional de las niñas y niños de 0 a 5 años de edad tiene el conjunto de las intervenciones que el Proan viene realizando.

Estado nutricional de niños y niñas de entre 0 y 5 años

A los menores que se encuentran incorporados al programa se les mide y pesa cada mes. Así, con la información obtenida entre 1998 y 2017 se dispone de los datos mensuales de alrededor de 3,500 niñas y niños de entre 0 y 5 años, lo que permite evaluar y dar seguimiento a su condición nutricional. Con esta información, se ha calculado la prevalencia de tres indicadores clásicos de desnutrición: acortamiento, emaciación y bajo peso[3]. En el panel superior del cuadro 1 aparece la cantidad total de menores de quienes se tiene información suficiente para determinar, cuando ingresan al programa, la presencia de las condiciones de desnutrición mencionadas, así como su prevalencia (35.5%, 5.1% y 9.7% para acortamiento, emaciación y bajo peso, respectivamente). Considerando a niñas y niños por separado, vemos que son los niños quienes presentan una prevalencia mayor de acortamiento y bajo peso al ingresar al programa (acortamiento: 39.5% vs. 33.0%, p<0.001; emaciación: 6.0% vs. 4.5%, p=0.056; bajo peso: 11.7% vs. 8.5%, p=0.002).

Cuadro 1. Prevalencia de acortamiento, emaciación y bajo peso de los menores de 0 a 5 años al ingresar al Proan

Fuente: elaboración propia con base en los datos del Proan recabados entre 1998 y 2017.

La información obtenida permite elaborar una primera aproximación a la evaluación del efecto global que sobre el estado nutricional de niñas y niños de 0 a 5 años tuvieron las intervenciones llevadas a cabo por el Proan, en función del tiempo de exposición a él: en promedio, la permanencia de los menores considerados fue de 13.3 meses (Desviación Estándar [de] 12.5). El panel inferior del cuadro 1 muestra la distribución en los percentiles 25, 50 y 75 de la edad y el tiempo de permanencia en el programa, y asimismo las edades promedio y tiempo de permanencia promedio de los niños y niñas que presentaron acortamiento, emaciación y bajo peso al entrar al programa.

Con todo y que los niveles de desnutrición han disminuido en el tiempo, tanto a nivel nacional como entre la población apoyada por el Proan, los niveles de desnutrición en este subconjunto poblacional permanecen consistentemente más altos que los nacionales, en cuanto a acortamiento y emaciación (gráfica 1). Lo anterior es particularmente preocupante por lo que hace al acortamiento, pues es uno de los indicadores más importantes de desnutrición. Mientras que la prevalencia de acortamiento entre los niños y niñas de la población apoyada por el Proan fue 58.3%, 29.6%, 26.1% y 18.0%, en 1999, 2006, 2012 y 2016, respectivamente, la prevalencia de acortamiento en las zonas rurales a nivel nacional, donde esta prevalencia es históricamente más elevada que en las zonas urbanas, fue de 36.8%, 24.0%, 20.9% y 12.6%, respectivamente, para los mismos años (gráfica 1).

Gráfica 1. Prevalencia de acortamiento y emaciación según la Encuesta Nacional de Salud (2006 y 2012) y Nutrición (1999), la Encuesta de Salud de Mitad del Camino (2016) y datos provistos por el Proan

Fuente: elaboración propia con base en Cuevas Nasu et al. (2018), Rivera-Dommarco et al. (2013) y del Proan 1999, 2006, 2012 y 2016.

La edad promedio de los 1,170 menores que presentaron acortamiento al entrar al programa fue de 2.2 años (de 1.5). El tiempo de permanencia en el programa que fue necesario para que, en promedio, 50% de los menores participantes dejaran de presentar acortamiento fue de 46 meses (95% Intervalo de Confianza (ic) [45,48]). Por otra parte, la edad promedio de los 336 menores que presentaron bajo peso al momento de incorporarse al programa fue de 2.0 años (de 1.6). El tiempo de permanencia en el programa para que 50% de los menores dejaran de presentar bajo peso fue de 51 meses (95% ic [50,54]). La edad promedio de los 168 menores que ingresaron al programa presentando emaciación fue de 1.3 años (de 1.2). El tiempo de exposición al programa para que, en promedio, 15% de los 168 menores que se incorporaron al programa presentando emaciación se recuperara fue de 38 meses (95% ic [35,43]). La gráfica 2 (panel superior) muestra cómo disminuye la probabilidad de dejar de presentar acortamiento, emaciación y bajo peso en función del tiempo de permanencia en el programa.[4]

Las curvas muestran que no hay diferencia por sexo en la probabilidad de que los niños y niñas inscritas en el Proan sigan presentando emaciación y bajo peso; pero que, en el caso del acortamiento, los niños parecieran responder mejor que las niñas (gráfica 2, panel central). En cambio, se pone de manifiesto que el recibir el apoyo alimentario de emergencia, —leche, en este caso— disminuye la probabilidad de seguir presentando bajo peso, no así acortamiento o emaciación (gráfica 2, panel inferior).[5]

Gráfica 2. Probabilidad de continuar presentando acortamiento, emaciación o bajo peso si al momento de incorporarse al Proan se presentaba alguna de estas manifestaciones de malnutrición. Estratificación por sexo y por recibo de apoyo alimentario

Fuente: elaboración propia con datos del Proan recabados entre 1998 y 2017.

Como se puede inferir, la muestra utilizada para el análisis no es representativa de la población de niñas y niños de 0 a 5 años de Cuetzalan, salvo por el caso de aquéllos cuyos padres o madres se acercan de forma voluntaria al Proan. Incluso considerando esta limitante, el análisis permite una primera aproximación a los beneficios del programa en cuanto a su efecto sobre la nutrición de niñas y niños en edad preescolar. Sin embargo, la principal limitante del análisis realizado radica en la ausencia de datos relativos a la participación de las familias en los varios módulos que integran los programas de producción de alimentos en el traspatio y de mejoramiento de vivienda. Ello dificulta determinar el impacto específico que cada una de las intervenciones tiene sobre el estado nutricional de los menores.

A modo de conclusión

La existencia de información antropométrica y sociodemográfica de los individuos y su seguimiento en el tiempo es útil no sólo para evaluar la eficacia de los programas de asistencia alimentaria, sino para determinar los factores que tienen mayor incidencia en el estado nutricional de la población atendida.[6]

En el caso del Proan, y sobre todo en lo que atañe al bajo peso, los resultados del análisis apuntan a la necesidad de dar inicio a las intervenciones a edades muy tempranas a fin de prolongar el tiempo de exposición al programa. La prevalencia diferencial por sexo de determinadas condiciones de malnutrición encontradas coincide con resultados de otros estudios realizados en comunidades indígenas (Monárrez y Martínez, 2000); con todo, esta evidencia no es concluyente. Existen trabajos que muestran cómo este diferencial por género existe (Vásquez, 2000) en algunos contextos indígenas, pero no en otros (Vázquez y Nazar, 2004).

En las regiones indígenas, los factores de orden cultural que atañen a las relaciones interétnicas, de género y generación adquieren relevancia como categorías explicativas para entender los procesos de salud/enfermedad. La producción de información relativa a los modelos de atención a la salud y sus resultados en contextos como el del estudio puede resultar útil para el diseño de políticas públicas apropiadas que mejoren las condiciones de vida y de salud de este sector vulnerable de la población.

Notas

[1]   Para obtener mayor información del programa, consultar: https://fundacionproan.wixsite.com/proan.

[2]  Información disponible en: http://datos.puebla.gob.mx/. Consultado el 15 de enero 2021.

[3]  Para mayores detalles sobre su estimación, consultar el Anexo 1.

[4] Anexo 2B.

[5]  Anexo 2A.

[6] Información sobre Proan y la fuente de financiamiento de este estudio en: https://cedua.colmex.mx/es/proyectos-de-investigacion.

Referencias

Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) (2009), “Informe de la Evolución Histórica de la Situación Nutricional de la Población y los Programas de Alimentación, Nutrición y Abasto en México”, Julio, 2009.

Cuevas-Nasu, L., T. Shamah-Levy, S. Hernández-Cordero, L. González-Castell, I. Méndez Goméz-Humarán, M. Avila-Arcos y J. Rivera-Dommarco (2018), “Tendencias de la mala nutrición en menores de 5 años en México, 1988-2016: análisis de cinco encuestas nacionales”, Salud Pública de México, Vol. 60, Supp. 3, pp. 283-290.

Lutter, C., C. Chaparro (2008), “Malnutrition in Infants and Young Children in Latin America and the Caribbean: Achieving the Millennium Development Goals”, Pan American Health Organization: Washington D.C., 2008. Disponible en: https://iris.paho.org/handle/10665.2/18641.

Martins, V., T. Toledo Florêncio, L. Grillo, M. Franco, P. Martins, A. Clemente, C. Santos, M. Vieira y A. Sawaya (2011), “Long-Lasting Effects of Undernutrition”, International Journal of Environmental Research and Public Health, Vol. 8, pp. 1817-1846. DOI: doi:10.3390/ijerph8061817.

Monárrez, J. y H. Martínez (2000), “Prevalencia de desnutrición en niños tarahumaras menores de cinco años en el municipio de Guachochi, Chihuahua”, Salud Pública de México, Vol. 42, pp. 8-16.

Morales-Ruán, M., T. Shamah-Levy, V. Mundo-Rosas, L. Cuevas-Nasu, M. Romero-Martínez, S. Villalpando y J. Rivera-Dommarco (2013), “Programas de ayuda alimentaria en México, cobertura y focalización”, Salud Pública de México, Vol. 55, Supp. 2, pp. S199-S205.

Rivera-Dommarco, J., L. Cuevas-Nasu, T. González de Cosío, T. Shamah-Levy, R. García-Feregrino (2013), “Desnutrición crónica en México en el último cuarto de siglo: análisis de cuatro encuestas nacionales”, Salud Pública de México, Vol. 55, Supp. 2, pp. S161-S169.

United Nations Children´s Fund (UNICEF) (2006), Progress for children: A report card for nutrition, Nueva York, Núm.  4, Mayo 2006.

Vásquez, E. (2000), “Lactante y preescolar”, en Boletín Médico, Hospital Infantil de México, Vol. 53, pp. 176-182.

Vázquez, V. y A. Nazar (2004), “Prevalencia de desnutrición en preescolares indígenas de la Sierra de Santa Marta, Veracruz”, Papeles de Población, Vol. 10, pp. 217-235.

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* Beatriz Novak / ** José Álvaro Hernández

* El Colegio de México, A.C. | bnovak@colmex.mx
** El Colegio de México, A.C. | jalvaro@colmex.mx