17 Dic La Población Económicamente Activa (PEA) en el Censo 2020. Potencialidades para estudiarla con perspectiva de género
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RESUMEN
Este texto muestra lo que los datos del Censo 2020 permiten observar sobre las diferencias en el terreno laboral según el sexo de las personas, evidenciando las brechas que aún existen por razones de género, tanto en el acceso diferenciado a mercados laborales como en las condiciones de trabajo.
La participación de la población en la actividad económica debe estudiarse siempre en función del sexo; es constantemente diversa y con tendencia opuesta; además, hombres y mujeres se insertan en mercados de trabajo diferentes y bajo condiciones laborales inequitativas. Las diferencias obedecen a condicionantes de los roles de género. Tradicionalmente, el hombre ha sido proveedor económico y la mujer sostén del ámbito doméstico.
El Censo 2020 se levantó en marzo de ese año, cuando iniciaba la pandemia por Covid-19. Aunque falta evaluar sus efectos, sí podemos señalar algunos problemas en la cobertura; con todo, dados los resultados, es aparentemente poco lo que afectó al operativo censal y al empleo;1 lo que se corrobora al comparar sus tasas de participación con el primer trimestre de la enoe: para los hombres es de 71.5%, para las mujeres es de 42.3%; las censales son 71.7 y 38.8%, respectivamente. No es extraño que la Encuesta registre tasas femeninas mayores: su cuestionario contiene preguntas que evitan omisiones por estereotipos de situaciones que corresponden a trabajo, imposibles de manejar en un censo.
El ejercicio presenta primero opciones diversas; es probable que haya quien responda a lo concebido como “adecuado” por preconcepciones sobre lo que “es un trabajo”; pero como incluye una pregunta de verificación rescata parcialmente lo omitido;2 4.7 puntos porcentuales en mujeres y 2.3 en hombres;3 las pequeñas diferencias invitan a proseguir el análisis. El rescate más elevado de la tasa femenina no sólo impacta a la participación en sí; sus estructuras son mejor captadas porque los sesgos no son uniformes al ser diferentes para las distintas categorías de situación, rama de actividad y ocupación.
El cuestionario ampliado capta las variables tradicionalmente registradas en otros censos para analizar aspectos estructurales: ocupación, rama de actividad y situación en el trabajo; y algunas condiciones como son horas trabajadas e ingreso, acceso a prestaciones y variables sociodemográficas, lo que permite abordar la perspectiva de género. Por primera vez captó migración por motivos laborales y tiempo de traslado al trabajo,4 y variables que hacen posible aplicar el Enfoque Diferencial e Interseccional (edi), al captar grupos étnicos y condiciones de discapacidad, cuya incidencia nacional es relativamente baja; en Estadística, es común trabajar con grandes números, pero el edi se enfoca desde los Derechos Humanos; en esa posición, un caso es valioso; una tortura, por ejemplo, no se puede ignorar.
Naciones Unidas (2012) señala: “lo que no se mide suele pasar desapercibido”; y las estadísticas no deben “dejar a nadie atrás”, reconociendo que datos agregados o cantidades agregadas no son suficientes para reflejar las condiciones de vida de algunos grupos poblacionales. De ahí la necesidad de eliminar la invisibilidad estadística de grupos históricamente discriminados para cerrar brechas. En el Censo 2020, el edi permite hacer cruces de estas variables geo-referenciadas para aplicar políticas locales. La proporción nacional de discapacitados es de 3.2%; según su etnia, los afrodescendientes son 2.1%, la población indígena definida por auto pertenencia es de 18.5%;5 el grupo de blancos, mestizos y demás representa 79.4%. Cabe señalar que la discapacidad no afecta únicamente a quien la padece; altera también el uso del tiempo de los miembros del hogar responsables de los cuidados reduciendo su tiempo para otras actividades. La proporción de discapacitados difiere también entre grupos: es mayor entre los indígenas (4.3%); entre la población afrodescendiente es 3.8% y entre la mestiza, blanca y el resto es 3%.
En el siguiente cuadro se observan las diferencias en cuanto a participación económica.
Cuadro 1. Tasas de participación económica por sexo según etnia y condición de discapacidad
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Fuente: cálculos propios a partir de la base de datos del Censo 2020, Inegi.
El esquema de participación económica según edad es similar en todos los grupos: tasas más bajas en edades extremas y altas en las centrales; las diferencias entre hombres y mujeres se dan en el nivel de participación. Destaca entre ellas, la tasa más elevada de las afrodescendientes, coincidente con las africanas y las caribeñas angloparlantes. Las tasas entre discapacitados son significativamente más bajas, siendo más contrastantes entre los hombres.
Gráfica 1. Tasas de participación económica por edad, según sexo, etnia y condición de discapacidad
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Notas: Afrodes = Población afrodescendiente
Indígena = Población indígena
Mestizo = Población mestiza, blanca y otros
Discapacitado/a = Población discapacitada
Fuente: Cálculos propios a partir de la base de datos del Censo 2020, Inegi.
Entre las causas de género que afectan la participación económica hay aspectos sociodemográficos. A nivel de las mujeres, y según estado conyugal, se observa que quienes más contribuyen a la tasa femenina son las casadas, porque aunque no tienen la tasa más alta (36%, siendo la de divorciadas 69%) son el grupo más voluminoso, al representar 50% de la población ocupada. En la actualidad, las mujeres ingresan al mercado de trabajo y permanecen ahí entre los 25 y 50 años (con tasas de 40%). Antes solían retirarse después del matrimonio. Los hombres que ostentan las tasas más bajas son viudos y solteros, grupos en donde pesa la edad, unos por ser viejos retirados, otros por ser jóvenes estudiantes. En cuanto al parentesco, el mayor contraste se observa entre las cónyuges, con 35%, y las jefas de hogar con 51%. La escolaridad es definitiva para la participación económica femenina; oscila entre 18% de quienes no tienen ninguna, y 79% de quienes tienen hasta posgrado. Entre los hombres el rango va de 54% a 82%; a partir de secundaria siempre supera 70%.
Sobre aspectos estructurales, como en todos los anteriores, sólo se presentan algunas pinceladas que invitan a profundizar. Por grandes sectores se observaba que la población ocupada en los años 60 era fundamentalmente agrícola, absorbiendo más de 50%, manifestándose luego un acelerado descenso en volumen y proporción que continúa hasta nuestros días. El sector primario, donde predomina la agricultura de 16.3% en 2000, pasó a 13.6% en 2010; el secundario cuya componente principal es la industria transitó de 28.7% a 24.8% mientras el terciario pasó de 55% a 61.7%6 los cambios recientes han favorecido al sector terciario.
En la actualidad, el sector agrícola emplea a 10.9% de la población ocupada, el sector secundario lo hace con una cuarta parte (24.7%) y el terciario con casi dos terceras partes (64.4%). Un tercio de la industria lo ocupan mujeres, mientras el comercio solo 19.84%. Los servicios educativos ocupan 5.5%, en donde 2/3 partes son mujeres; con la misma proporcionalidad según sexo están los de salud, pero ocupando sólo 3.5%. En posición intermedia, con 4.1%, están los servicios gubernamentales, en donde los hombres ocupan 3/5 partes. Los otros servicios institucionales absorben a 14.4% y los personales a 17%, destacando el predominio femenino en alojamiento y preparación de alimentos y, obviamente, en trabajo doméstico.
La distribución por ocupación principal muestra una fuerte segregación por género; las mujeres están, predominantemente en ocupaciones tradicionales para ellas, como el servicio doméstico (96.1%) y de cuidadoras personales (68.2%), seguidas por profesoras (63.9%) y enfermeras (61.7%); sorprende que las médicas superan ahora (60.6%) a los médicos. Están también las vendedoras ambulantes, que sin ser mayoría (48.5%) superan a su proporcionalidad en la población ocupada total, que es de 37.7%. El predominio masculino se ubica en agricultores, policías y vigilantes, obreros o artesanos, técnicos y profesionales y funcionarios.
En cuanto a situación en el trabajo, más de 71% de hombres y mujeres son subordinados. Del total de ocupados únicamente 54.3% tiene derecho a servicios médicos ofrecidos por su empleo y 50% a fondos de retiro.
Por primera vez aparece la población ocupada migrante por causas: 41.7% obedece a cuestiones laborales, una señal más de inestabilidad en el empleo. Otra novedad fue captar tiempo de traslado al trabajo. Considerando la jornada promedio masculina de 46 horas, se incrementa 43 minutos mientras la femenina sube de 38 horas con 55 minutos a 40:43.7 Por jornadas laborales, en tiempo parcial se ubicó 22.2% (hasta 34), el tiempo completo (de 35 a 48) fue de 50.6% y trabajando tiempo excesivo (más de 48 horas), 27.2%.
La mediana del ingreso de hombres es $6,020 pesos y de mujeres $5,160. El Coneval estimó en $1,640 la canasta básica alimentaria (cba); de ahí que la mitad de la población masculina disponga de sólo $4,380 para el resto de sus gastos; el primer decil no alcanza con $860 de límite máximo mientras el tope del segundo es $2,150; es decir, quienes ganan más en este decil sólo cuentan con $500.00 para el resto de sus gastos. La mitad de todas las mujeres disponen de un máximo de $3,520 para cubrir gastos de vivienda, transporte, ropa, educación, salud y otros.
En síntesis, la información disponible permite profundizar en todos los aspectos expuestos, mostrando una desafortunada realidad en materia laboral y diferencias estructurales peores para las mujeres, por ubicación en el mercado laboral y sus condiciones ahí, gestadas por razones de discriminación con base en roles de género determinados socialmente. Todo ello se observaba al iniciarse la pandemia. Indudablemente sus efectos habrán empeorado sus condiciones de trabajo y de vida.
Los anexos estadísticos 1 y 2 incluyen algunos cuadros de los aspectos expuestos, pudiéndose relacionar este análisis con otros temas aplicando el edi, que considera etnia y condición de discapacidad, sexo y edad. Sin embargo, como el objetivo de esta revista es principalmente de divulgación nos limitamos a una breve presentación de una temática por demás compleja.
Notas
1 Ciertamente será necesario evaluar sus efectos después de marzo de 2020.
2 Véase Pedrero (2021).
3 Se contrastaron los resultados de la pregunta III.30 y la de verificación (III.31); las diferencias varían con la edad, el estado conyugal, parentesco y escolaridad; la omisión en algunas categorías da certeza sobre la calidad de los datos.
4 La pregunta III.38 capta el tipo del lugar de trabajo; lamentablemente, no aparece en la base de datos, a pesar de su utilidad: Inegi dice que su objetivo sólo era ayudar a codificar la rama de actividad.
5 Adoptando la definición de indígena para referirse sólo a quien habla alguna lengua originaria, el porcentaje es 6.5%; si se suman quienes no lo hablan pero sí lo entienden, se incrementa a 8.5%.
6 Sería deseable examinar a profundidad los cambios estructurales de los últimos 50 años; sin embargo, las dimensiones de esta publicación lo impiden.
7 La diferencia a favor de los hombres se invierte al integrar el trabajo no remunerado en el total de horas trabajadas, ellas los superan en 10 horas, medida en las encuestas de uso del tiempo; el censo no la captó.
Referencias
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) (2021), Informe de Julio 12, 2020. Disponible en: http://ow.ly/TQxv50x80nl , última consulta: 9 de abril de 2021.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) (2021), Base de datos de la información recolectada en el Cuestionario Ampliado del Censo de Población y Vivienda 2020, y documentos que la acompañan (definiciones y clasificaciones). Aguascalientes, México.
Naciones Unidas (2012), La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, disponible en: https://www.unssc.org/sites/unss.org/files/2030_agenda_for_sustainable_development_-_kcsd_primer-spanish.pdf
Pedrero Nieto, M. (2021), “Captación de la variable Condición de actividad en el Censo 2020”. REALIDAD, DATOS Y ESPACIO REVISTA INTERNACIONAL DE ESTADÍSTICA Y GEOGRAFÍA. Vol. 12 número 3, septiembre – diciembre de 2021. Disponible en: http://rde.inegi.org.mx .