Efectos directos e indirectos de la pandemia por Covid-19

 

 

 

Entrevista a José Miguel Guzmán*,

Fundador y Presidente de NoBrainerData LLC,

por Edith Pacheco**

Edith Pacheco (EP):

José Miguel, es un gusto contar con tu colaboración para este número de Coyuntura Demográfica, que tiene como eje central la pandemia por Covid-19. Quisiera plantearte algunas preguntas como el demógrafo experto que eres, y por tu vasta trayectoria y autoridad en el campo. ¿Podrías hablarnos sobre los efectos de largo y corto plazo asociados a este virus?

José Miguel Guzmán (JMG):

Muchas gracias por la invitación a esta entrevista. En el ámbito demográfico hay efectos de corto plazo, directos, y también efectos indirectos. Creo que es importante considerar los efectos de corto y largo plazo, tomando el caso concreto de la mortalidad. Una de las características de la pandemia es la infección que causa a las personas, en razón de lo cual pueden morir. Este efecto inmediato lo tenemos que medir, y podríamos señalar las dificultades para hacerlo. Los impactos de largo plazo tienen que ver con las secuelas que la pandemia deja en muchas personas, lo que les puede ocasionar dificultades para la movilidad e incluso la discapacidad. Todo esto puede hacer que quienes han sobrevivido la pandemia hasta hoy pudieran morir por los efectos dilatados de largo plazo.

EP:

Te has referido a las muertes inmediatas y has hablado sobre la dificultad de registrarlas, de cómo se están midiendo esas defunciones y de los indicadores disponibles hasta hoy. En el caso de México, dado que se decidió no hacer pruebas a la población general, las muertes por Covid-19 registradas se vinculan con las personas que ingresan al sistema de salud por sospechar la presencia del virus en ellos; de confirmarse la enfermedad mediante pruebas, se les incluye entonces en las estadísticas de infectados o muertos. Querríamos conocer qué opinas en cuanto a las diferencias de registro entre países relacionadas con las acciones de los gobiernos para atender tal problemática.

JMG:

Una de las cosas que la pandemia ha hecho evidente es que no obstante vivir en un mundo de datos masivos, de tecnologías cada vez más sofisticadas, del lenguaje de máquinas y de la inteligencia artificial, los medios de recolección de datos en situación de pandemia o epidemia siguen siendo bastante elementales y con muchísimas limitaciones. La verdad es que hasta hoy no sabemos bien a bien cuántas personas han muerto por Covid-19, y es posible que nunca lleguemos a conocer este dato con certeza; tendremos información parcial, como tú dices; y en muchos casos se tomarán en cuenta solamente las muertes confirmadas.

En Estados Unidos y en otros países, por ejemplo, en un principio se consideraron sólo las muertes por Covid confirmadas; luego se incluyeron también las muertes no confirmadas, llamadas así porque las personas, incluso en los hospitales, morían antes de confirmarse su diagnóstico, aun presentando todos los síntomas.  Al principio de la pandemia esto fue común entre personas mayores que vivían en residencias de ancianos y que murieron sin que nadie se diera cuenta del problema. Se menciona insistentemente el caso de Ecuador, un país que sufrió una mortalidad muy importante al iniciarse la pandemia, sin que se hubieran contabilizado muchas de esas muertes. Hechos similares ocurrieron en numerosos países. Un trabajo reciente sobre Sudáfrica muestra que, en algún momento durante la pandemia, más de la mitad de las muertes no fueron declaradas.

Lo que se ha hecho para intentar mitigar esta dificultad es utilizar métodos indirectos, que en demografía se usan de forma recurrente para ver cómo encontramos los datos que no tenemos usando los métodos directos. La técnica indirecta que se emplea se basa en identificar el exceso de mortalidad; es decir, se acude a estadísticas vitales para determinar cuántas muertes ocurren normalmente en una zona, región, estado o país en un cierto período, y ver cuántas están ocurriendo ahora. La diferencia daría un total de muertes que posiblemente deberían atribuirse al Covid-19. La ventaja con  esta técnica es una medición mucho más realista; pero la desventaja es que al hacerlo así se confunden las muertes directas por Covid-19 y las  indirectas que ocasiona el mismo virus (las que se producen cuando, por ejemplo, las personas  enfermas o necesitadas de una cirugía no se atendieron o no pudieron operarse porque no podían movilizarse, porque  las clínicas estaban cerradas, porque los médicos no atendían, porque en muchos países las clínicas y hospitales solamente estaban disponibles para pacientes con Covid, o sencillamente porque no se les otorgó atención médica). En términos generales, en muchos países se deterioraron los servicios médicos para atender padecimientos o realizar procedimientos no asociados al Covid-19, un hecho que tuvo un impacto importante.

Entonces podemos medir la mortalidad; pero sólo el efecto total entre muertes directas e indirectas atribuidas al Covid-19. Al mismo tiempo, la validez de esa estimación dependerá de cuán robustas sean aquellas estadísticas vitales que usamos como referencia. Sabemos que en muchos casos tales estadísticas son sumamente deficientes, de manera que el impacto que podríamos estar midiendo pudiera ser incluso menor al impacto real.

Cabe hacer notar aquí que esa inquietud por abordar la sobremortalidad procede más de los medios de comunicación que de los demógrafos mismos, lo que constituye un llamado de atención a estos últimos para volverse mucho más activos en la investigación y la diseminación de información con respecto a los efectos del Covid-19. Aquí me he limitado a señalar el caso del impacto en la mortalidad, aunque existan también impactos evidentes en la fecundidad y la migración.

EP:

Me gustaría que pudieras profundizar en dos efectos demográficos sustantivos: la sobremortalidad masculina y el efecto de la mortalidad por edad.

JMG:

Respecto de la mortalidad por Covid-19 según edad, una aproximación inicial ocurrió con un trabajo realizado en China que estimó la letalidad por edad, y no por sexo, lo que fue sustancial para entender que la pandemia ocurriría con un sello característico por edad; coloquialmente, la pandemia tendría la clara intención de llevarse a los viejos. Esto planteó el tratamiento de la pandemia de forma distinta; y esta característica se mantuvo en todos los países salvo algunas excepciones. La mortalidad por edad es claramente diferencial y sigue un patrón muy similar a la mortalidad por edad general, que es la que observamos sin Covid-19. Algunos autores hablan incluso de que el Covid-19 puso una especie de piso extra a la mortalidad por edad que ya conocíamos. Pero este piso no es proporcional: puede tener ligeras variaciones por edad, pese a que algunos autores señalan que consiste básicamente en multiplicar por un factor fijo la probabilidad de muerte según edad.

Con respecto al sexo, se ha visto que el patrón de sobremortalidad masculina que conocemos se mantiene, en términos generales en casi todos los países del mundo. En cuanto a tasas de mortalidad, son mucho mayores en hombres que en mujeres, asunto que no se ha destacado tanto como tal vez debería. No obstante, en los servicios de atención médica las mujeres se han visto más afectadas porque una gran mayoría se desempeña en los servicios de salud. Pero en el caso de quienes mueren por Covid-19 sin laborar en esos servicios, una mayor proporción son hombres. Y como ya he dicho, esa sobremortalidad masculina es similar a la que se observa en una situación de mortalidad sin Covid, si bien se acentúa con el virus de reciente aparición.

Con las tasas de infección no ocurre lo mismo: son mucho más bajas en niños pequeños, aunque a partir de cierta edad –entre los 10 a 15 años—, pueden ser similares variando en función de las decisiones que se adopten: por ejemplo, para evitar que la gente se reúna, que los jóvenes salgan o que los bares y los restaurantes abran, esas medidas de contención son las que determinan el patrón de infección por edad. No existe, necesariamente, un patrón diferencial. En teoría, una persona mayor a 10 años tiene una probabilidad de infección que no es muy distinta. También hay que decir que así como se habla de la dificultad para medir la mortalidad, está la dificultad para conocer cuántas infecciones puede padecer una cierta población.

EP:

En México, algunas reflexiones argumentan que la atención diferencial entre hombres y mujeres respecto de las enfermedades está marcada por los condicionantes sociales de la masculinidad. En consecuencia, los hombres no suelen atenderse al detectar síntomas de Covid-19, lo que ocasiona que lleguen a los hospitales en condiciones más deterioradas; a ello se añade el tema de co-morbilidades, ¿cuál es tu opinión al respecto?

JMG:

Otra noticia, proveniente también de China fue que la letalidad estaba claramente asociada a las co-morbilidades, específicamente diabetes, hipertensión y obesidad, entre otras. Hoy sabemos que tales co-morbilidades tienen un componente de género importante; es claramente el caso de los hombres. No tengo datos recientes, pero creo que respecto de algunas de esas co-morbilidades no se observan grandes diferencias. Tal vez en el caso de Estados Unidos sea el tema del sexo, pero es algo en lo que no podría abundar mucho. Lo que está claro es que las co-morbilidades tiene un efecto importante.

Se habla mucho de los efectos negativos del Covid-19, aunque hay situaciones positivas que convierten este escenario de riesgo en uno de oportunidades; uno de ellos tendría que ver, por ejemplo, con que en México claramente el patrón de comorbilidades es sistemáticamente más riesgoso para los hombres (por el hecho de que ellos no controlan, o no se preocupan, o toman acciones que ponen en peligro su salud y generan co-morbilidades en mayor medida que las mujeres); esta es, claramente, una oportunidad para usar tal elemento para promover una buena salud entre las personas adultas y, obviamente, entre la población mayor. Yo consideraría a las co-morbilidades como oportunidades para generar conocimiento de los riesgos debidos precisamente a ellas.

EP:

Tú hablas también de los aspectos positivos, por ejemplo, en el campo de la medicina, específicamente de conocimientos nuevos para la generación de vacunas. Me gustaría que comentaras al respecto.

JMG:

El tema en torno a las vacunas ha sido algo insólito. En este momento hay más de mil vacunas desarrollándose; y es posible que de ellas diez o doce sean las que están más cerca de utilizarse. Creo que por primera vez la forma como se están desarrollando las vacunas ha sido muy diversa, diferente. Se están usando muchos de los nuevos conocimientos tecnológicos relativos al manejo de los códigos genéticos de las enfermedades asociadas al virus para determinar el tipo de vacuna. Considero que en cuanto a este aspecto el proceso es muy positivo. Hay desarrollo y competencia, sin contar con que algunas de las compañías farmacéuticas que están trabajando han recibido miles de millones de dólares para suministrar la vacuna a las poblaciones de Estados Unidos y de países de Europa.

Un segundo aspecto positivo reside en la reactivación de los servicios médicos, en la relevancia que tiene disponer de buenos servicios, especialmente en situaciones de emergencia. Cuando no hay situaciones de este tipo, las debilidades y limitaciones son parte de los cambios que se van realizando, posiblemente con cierta lentitud dependiendo del interés político o de la presión social. Pero cuando surge una pandemia las opciones se reducen. En cuando al Covid-19, todos los gobiernos, independientemente de los muchos o pocos recursos que posean, le han dado prioridad; eso es muy importante y no debería perderse en el sentido de la importancia de atender la urgencia médica.

Un tercer aspecto, que espero sea un resultado positivo –aunque no estoy totalmente seguro de ello— es el diseño de sistemas de recolección de datos de pandemias o epidemias que sean mucho más confiables, que representen mejor lo que sucede y, sobre todo, que sean más transparentes y que las poblaciones los conozcan. Una característica de los sistemas actuales es que en muchos países se les ha resguardado como datos que atañen a la seguridad de los Estados y no como datos públicos que debieran estar totalmente disponibles. Algo de lamentar es que cierta información clave para los demógrafos, como pueden ser la edad y el sexo, no está permanentemente considerada en lo que se publica. Confío, aquí también, en que ocurra un cambio positivo.

EP:

Justamente cuando enfatizas en el hecho de que los primeros datos que encontraste sobre Covid-19 no incluían información diferenciada por sexo –un aspecto central en la demografía– pensé que la carencia de tal información representa una alerta importante, considerando el gran desarrollo de la disciplina y su incidencia en los sistemas de producción de datos. En otro orden de ideas, podría haber un efecto positivo del Covid, de carácter social, al considerar las diferencias entre hombres y mujeres. Se habla mucho de la carga global de trabajo, considerando que en el seno de los hogares el trabajo no remunerado lo realizan fundamentalmente las mujeres. Lo que sucedió al aparecer el Covid-19 es que todas las personas que tuvieron posibilidad se confinaron en el hogar, lo que las enfrentó a la dinámica cotidiana del trabajo doméstico y de cuidados. En teoría, esta situación podría llevar a que los hombres se dieran cuenta de lo que significa ese trabajo y que pudieran valorarlo. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

JMG:

Creo que en términos de lograr la equidad de género, y sobre todo en lo relativo a la carga doméstica, esperaríamos que tal hecho ocurriera. En mi caso personal ha sucedido porque de alguna manera esa circunstancia ya existía desde antes, y creo que ese es el asunto. El cambio tiene que ver con dos situaciones.

En primer lugar, si desde antes de la pandemia las labores domésticas ya se distribuían, la presencia del virus consolidará esa tendencia; incluso podría volverla más igualitaria, porque en teoría ya no habría excusa de que el hombre debe salir y la mujer permanecer eventualmente dentro, lo cual puede pasar en una fracción de casos.

En segundo lugar, si ya son evidentes las desigualdades de género, pueden existir dos posibles caminos. El que yo creo que va a ocurrir refiere que una parte de los hombres se dará cuenta que el trabajo doméstico y de cuidado no es tan sencillo. Al permanecer en el hogar podrán visualizar lo que significa el trabajo con los niños, las tareas, la atención a la casa y los alimentos; se visualizará más claramente el trabajo de la cónyuge, porque se enfrentará a las rutinas diarias. No hay duda de que para las parejas de estos hombres la situación mejorará. Lo opuesto ocurrirá cuando otra fracción de personas se encuentren muy estructuradas, conformes y cómodas con la desigual repartición de las labores domésticas; en esos casos creo que el trabajo de reconversión será muy difícil.

Entonces, para tratar de identificar el impacto de la pandemia en situaciones de desigualdad, deberíamos considerar a las personas clasificadas en tres categorías: los que ya estaban convertidos, los que se convirtieron en el proceso y los que sencillamente permanecieron manteniendo la desigualdad; estas últimas son quienes requerirán de cierto trabajo para convertirse.

EP:

Está también el aumento de la violencia doméstica como resultado del confinamiento. En México, durante estos meses, las llamadas al 911 aumentaron (aunque algunas han sido falsas); está también el hecho de que quienes pueden reproducir esa desigualdad la reproducen al extremo. Esto es realmente crítico ¿no crees?

JMG:

Sí. Justamente en ese tercer grupo que mencioné identificamos a personas a las que sencillamente no les gusta realizar trabajos domésticos y de cuidado, y que no los van a realizar nunca. Pero existe otro grupo de personas inmersas en hogares en donde existe violencia intrafamiliar, la cual, presumiblemente se acentúa durante el encierro; y digo presumiblemente porque personalmente no conozco todavía estudios serios que demuestren ese hecho.

Tales situaciones se han medido, básicamente, a través de las llamadas telefónicas a centros de ayuda. Y aquí me gustaría acotar algo: uno de nuestros roles es crear información y asegurar que esté validada; esta información, efectivamente, debería poder ser usada y comunicada a la población.

Con respecto a la violencia intrafamiliar, algunas instituciones que querían señalar el impacto del Covid-19, muy rápidamente y en comunión con sus planteamientos (hacia dónde se dirige), se apresuraron a calcular el número de personas que habrían sido afectadas por violencia doméstica en el mundo a causa del Covid, lo que me parece de una tremenda irresponsabilidad, porque la relevancia de un fenómeno no nos debe conducir a medirlo mal. Por el contrario, pienso que nos debe llevar a desarrollar actividades, a buscar instrumentos para obtener información con validez. Ahora tenemos que hacer una revisión de esos datos; por ejemplo las llamadas telefónicas y asegurar su validez, cuando, como tú nos señalas, una parte de esas llamadas posiblemente no eran ciertas. Deberíamos preguntarnos cómo poder determinar cuándo es cierta y cuándo no lo es; si podemos monitorear eso, si podemos comparar, por ejemplo las de este año con las del año pasado, y hacer algo similar a lo que hacíamos con la mortalidad para ver la sobrevivencia por edad o por mes sería excelente. Mi llamado es a trabajar de un modo tal que podamos desarrollar y mejorar los instrumentos para ser reconocidos como parte de aquéllos que están contribuyendo a la solución. De eso estoy convencido, y es algo que busco transmitir, siempre tratando de ser cuidadoso cuando lo menciono, pero al mismo tiempo ser lo más honesto que puedo conmigo mismo y con nuestra profesión. Creo que los demógrafos nos hemos visto lentos, demasiado cuidadosos o temerosos para investigar a la epidemia. Me preocupa ver que el New York Times ofrece bases de datos de sobremortalidad, y no ver a ninguna institución de investigación mundial encabezar esfuerzos similares. Es obvio que en muchos de estos esfuerzos ha habido demógrafos participando; pero yo llamaría a un mayor involucramiento, a que fuéramos más osados, más visibles, a que usemos los instrumentos que tenemos al alcance, a trabajar de manera conjunta con otras disciplinas.

EP:

Ese es un punto central: llamar a las y los demógrafos para avanzar con los métodos de los que disponemos –por ejemplo los indirectos—; también está la posibilidad de mejorar nuestras fuentes, por ejemplo las estadísticas vitales. ¿Consideras que los efectos positivos pudieran ir por esa vía?

JMG:

Sin lugar a dudas, por supuesto. Qué bueno que lo mencionas.

EP:

Pienso que esta tarea la deberían asumir conjuntamente la Unión Internacional de Demógrafos y las asociaciones de demografía; concientizarnos de lo que estamos haciendo como demógrafos, lo que deberíamos hacer y cuáles son las posibilidades de comprometernos seriamente y considerar hechos comparables.

JMG:

Así es. En una plática impartida a los estudiantes del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México mencioné los efectos positivos de recuperar los datos de registros administrativos originales. También conversé de ello con Paulo Saad, el director del Celade, quien me comentó que en el Centro están tratando de allegarse recursos para un proyecto en esa línea de trabajo: la valorización de los registros vitales en América Latina. Confío en que existen esfuerzos para lograr un rol más importante en esta línea. En un contexto en que la forma tradicional de recolección de datos –especialmente encuestas y censos— está mucho más afectada por el ambiente y las medidas de protección que la población está tomando para evitar el contagio, esperamos que el efecto sea parcial y que la gente comience a dejar entrar a visitantes extraños a su casa para plantearles preguntas sobre aspectos específicos. Pero eso va a tomar tiempo, y mientras ese tiempo transcurre, como lo señalé en la charla con los estudiantes, vamos a seguir como en Netflix, viendo las películas viejas.

EP:

Estoy de acuerdo contigo. Y siguiendo con tu argumentación, uno de los fenómenos que dejó en evidencia la pandemia fue el boom por las encuestas telefónicas, dada la imposibilidad de visitar los hogares. Me gustaría conocer tu sentir al respecto y ligarlo con el tema del cambio del muestreo en la población objetivo. La mayor parte de las encuestas parten de hogares; partir de teléfonos constituye otro mecanismo de muestreo. Para ir cerrando esta entrevista, te pediría compartir tu percepción en este aspecto.

JMG:

Estoy muy contento de que me hayas formulado esa pregunta. En la charla con los  estudiantes del Colmex les decía que uno de  los cambios importantes que ya veníamos observando antes del Covid-19, y que se ha reforzado en la época de la pandemia, es el cambio en los sistemas de recolección de información: el uso de fuentes alternativas y el uso de técnicas y métodos distintos, que van desde las encuestas telefónicas, que pueden ser de diferentes tipos (encuestas directas, a través de mensajes de texto, o encuestas y seguimiento telefónico que el Banco Mundial, por ejemplo ya venía haciendo en algunos países).

Pero también hay información obtenida a través de otras metodologías, como por ejemplo avisos en Facebook, el uso de los datos de GPS de los teléfonos celulares para medir movilidad, o el Google Map para conocer la movilidad de las personas. Estamos, entonces, en presencia de una serie de metodologías que ya estaban ahí, como si nos estuvieran preparando para el Covid-19; del mismo modo que el Covid aparece en el momento en que el uso de Internet y la disponibilidad de teléfono en el mundo es mucho mayor. Si el Covid hubiera aparecido hace 20 años no hubiéramos tenido las facilidades tecnológicas de las que hoy por hoy disponemos.

La revolución en torno a los métodos de recolección de datos, que ya se venía evidenciando en los últimos diez años, se ha fortalecido durante la pandemia y, a mi parecer, va a comportarse como un boom a partir de ahora. Cuando aparece un nuevo medio –lo cual no necesariamente significa que los medios previamente existentes sean desplazados, porque seguimos escuchando radio y viendo televisión— aunque de una forma diferente—: ahora usamos también internet y usamos la computadora o el teléfono para ver las noticias. Lo mismo pasa con los nuevos métodos. La aparición de las encuestas por teléfono no significa la desaparición de las encuestas tradicionales, los censos o los registros administrativos, sino que van a agregarse como un elemento nuevo. Y tú has mencionado un asunto sumamente importante que también abordamos con los estudiantes: una de las profesiones que en los últimos diez años se volvió “la profesión más sexy del mundo” fue la de ejercer como científico/a de datos. Creo que en este momento dentro de ese grupo la “profesión más sexy” es ser muestrista, justamente porque en el centro de toda la discusión acerca de la validez de esta metodología nueva –entrevistas por teléfono, avisos en Facebook— hay un factor común que es donde el proceso se traba: la representatividad. ¿A quién o quiénes representan esas entrevistas? ¿A quién o quiénes representan esas encuestas? ¿Cuál es el universo del que estoy hablando?

Por eso mencionaba a los estudiantes la importancia de trabajar considerando todas las profesiones; de ahí mi sugerencia de tener muy cerca a un muestrista.

EP:

Es un buen consejo, José Miguel. Para finalizar la entrevista ¿quisieras comentar sobre algún aspecto que no haya mencionado y qué creas que es sustantivo?

JMG:

Quisiera subrayar algo que ya he mencionado: la crisis actual, incluyendo los efectos devastadores en las personas y familiares de quienes se infectaron o han muerto, a  nivel  profesional, fuera de los impactos personales y directos, ofrece una gran oportunidad para que hagamos las cosas de mucho mejor manera en comparación con lo que estábamos haciendo; es nuestra oportunidad para imprimir a la demografía un rol más destacado, mucho más activo en la búsqueda de soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos globalmente. Este es un espacio de oportunidad que se nos brinda en tres áreas por lo menos.  1) En la conceptualización sobre cómo el Covid-19 afecta a la población a través de la mirada demográfica, que nos ayuda a entender mejor, como suceden estos eventos y, al mismo tiempo, cómo los relacionamos con otros. Los eventos demográficos corresponden a los eventos esenciales de los seres humanos, como son el nacimiento, el matrimonio, los diversos movimientos, la muerte. 2) Cómo recolectamos, manejamos e interpretamos los datos y la información. Ahí sí podemos hablar como demógrafos, porque tenemos una vasta experiencia de trabajo con datos; sabemos cómo y qué hacer con datos incompletos. 3) Como también poseemos experiencia, los demógrafos podemos utilizar esa información para construir narrativas que incidan directamente sobre las intervenciones de políticas y programas de los países. No se trata solamente de publicar resultados y que se limite su uso al ámbito académico. Si los demógrafos logramos traspasar ese ámbito, sería el “premio” que ofreceríamos a la sociedad y recibiríamos de vuelta por haber entendido el momento que atravesamos; vivirlo como una oportunidad para integrar estos tres componentes: cuál es nuestra tarea y cómo pasamos de los conceptos a los resultados.

Observando desde el inicio de la pandemia nuestro desempeño como demógrafos creo que hemos perdido una valiosa oportunidad de tener una presencia mucho mayor (¡casi siento que estoy predicando!): no podemos darnos el lujo de perder esta oportunidad.

EP:

Concuerdo contigo; creo que tenemos que repensar incluso la formación de los demógrafos, revisar los programas y su estructura. Hubo un momento en que nos decíamos: ya para qué enseñamos técnicas indirectas cuando contamos con muchas fuentes que ya no las requieren. Pero entonces surge la pandemia y con ella la necesidad de conocerlas con más precisión, de renovarlas y actualizarlas. Creo que tienes toda la razón.

JMG:

Me parece fundamental lo que señalas y me extraño de no haberlo mencionado aquí, como sí lo hice con los estudiantes. Ahora que el tema de los datos es central y hay una necesidad vital de manejar técnicas computacionales sofisticadas, al mismo tiempo que una metodología estadística más compleja, creo que es una ventana de oportunidad para la demografía formal, para que podamos reforzarla y, al mismo tiempo vincularla a estas necesidades más complejas de los procesos que están ocurriendo. Algunas personas y algunos centros ya trabajan en este aspecto.

En cuanto a lo que señalas respecto a la enseñanza, también lo mencioné con los estudiantes; les dije que entre las cosas que seguramente van a cambiar estarán la forma, los contenidos, la estructura de enseñanza de la demografía, sin que por ello dejemos de lado lo que hemos hecho hasta hoy. Se trataría de identificar en este contexto qué es lo que nos pide hoy la sociedad y volver a articular lo que tenemos; reforzar algunas cosas, minimizar otras e incluir algunas nuevas. Por ejemplo, el tema la demografía digital tiene que considerarse como una asignatura, pero también tiene que estar inmersa en los diferentes contenidos. ¿Cómo hacemos eso? Aunque con mi salida de la Encuesta Demográfica en Salud esto no pudo, finalmente, concretarse, sí propuse utilizar el mecanismo de machine learning para monitorear la calidad de los datos durante el proceso de recolección. Este es sólo un ejemplo entre miles de aquello en lo que debemos empeñarnos para incidir.

Estas consideraciones no eliminan la esencia de la demografía; al contrario, creo que la revaloriza y revaloriza las técnicas indirectas, si bien no se trata ya de estudiar técnicas indirectas per se. En escenarios de la pandemia, ¿cómo podemos estimar sin fuentes directas? Recurrimos entonces a la técnica indirecta, aunque tendríamos que abordarla por el lado de la demanda y por nuestra más que evidente necesidad. Hasta aquí mis comentarios, pues esta era una entrevista y yo la tomé como un conversatorio. Te agradezco mucho la invitación.

EP:

Un placer platicar contigo José Miguel. Gracias por aceptar esta entrevista. Hasta pronto.

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* José Miguel Guzmán / ** Edith Pacheco

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